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ya, alguna vez, me he referido; e ncontra ndo su
orí ge n filos ófico en ciertas tend e nci as natura–
les del espírit u.
Con el má s afanoso intere s he procurado
encontrar, en las e nse ñan zas de mi siglo, los
caracteres que defi ne n su fi loso fí a. C reo q11e
los que he indicado, rápidame nte, son los esen–
ciales, que le señalan su impo rtan cia peculiar e n
la historia de la filosofia, convirtiéndolo en e l
siglo más g randi oso de l que puede e lla e nor–
gu ll ecerse; porque, en co nformidad co n e l de–
seo de Kant, es el siglo qu e tien e mayor con–
ciencia de su ob ra .
Según á lo s caracteres
(pie
he indirado e n
la filo sof1a del sig lo
XIX:
s in ha llarme do–
minado por ningún prejuicio, e ncue ntro tam–
bién que hay un a escuela que los reAeja · espe–
cialme nte,
y
que po r tantu es la represe ntaci ón
más legí tima
r
1
el
ide:i.Ifilosófico de nuestro si –
g lo:
la.filosofía positiva.
Cuatro.
á
s u
vez,
son los caracteres que defi–
nen es ta dirección científica. El primero es uno
de los que he señalacio, e n ge neral, en nu estra
fi losofia contemporánea: la
limitación del saber
!tumrmo.
En los sigu ie ntes términos se exp re–
sa Herbert Spence r. ce Las ideas últimas de la
cie nci a represen ta n todas realidades incom–
prensibl ~~s .
Por graneles que sea n los p rog- resos
realizados, si ntetizando hechos
y
gene ralizando
cada vez más; por lejos que se lleve la reducción
de verdades pa rticul ares
y
concretas
á
otras ge–
nerales
y
abs trac tas; las ve rdades fundamenta–
les siguen
y
seguirán fuera de nuestro alcance.
La explicación de lo explicable no hace sino