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probar más claramente que lo que hay
m~s
allá
es inexplicable. En el mundo interno ó de la
conciencia, como en el mundo exterior, el hom–
bre de ciencia se ve rodeado de cambios per–
petuos, de los que no pueden descubrir rii el
princip·io ni
d
fin. Si re troced iendo en el pasa–
do
y
siguiendo el curso de la evolución de la?
cosas, adopta la hipótesis, según la cual el Uni–
verso tu vo en otro tiempo una forma difusa, se
encuentra al fin en la imposibilidad ele concebir
cómo el U ni verso llegó á dicho estado. Si dis–
curre sobre lo futuro, no puede asignar límites
á la inmen rn sucesión ele fenómenos que se de–
sarrollan ante
él.
Si mira en su interior, ve fue–
ra ele su alcance los dos ex tremos de la cadena
de su conciencia; ó más bien, ve que no le es
posible concebir qu e su conciencia haya comen–
zado
y hay:l
de terminar. Si dej:rnclo la
sucesión
de los fe nóme nos internos
y
externos, quiera
conocer su
esenáa
ó naturaleza
íntima, se en–
cuen.tra ta nto ó más impotente. Aunque tocias
.las propiedades
y
todos los fe nómenos del mun–
do ex terior
:;~
pudieran reducirá manifesta–
cion es ele fuer zas, en e l ti empo
y
en Pspacio, las
ideas ele fu e rza, espacio
y
tiempo son comple–
tamen te incorn.prensibles. Analog-amente, aun
reduciendo e n último a ná lisis tocios 10s fenóme–
nos ele conciencia á sensaciones, como materia–
les primitivos del 1:nundo inte rno, nada se ade–
la nta; porque no es posible explicar verdade–
ramente, ni las sensac¡ones en sí mis mas, ni lo
que siente
y
tiene conciencia de que siente;
resultando así que son igualmente impenetra–
bles las substanGias )'orígenes del mundo obje-