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corresponde

á

los

fenómenos,

á los efectos,

y

la que penenece á las

causas

trascendentales.

Esto por otra parte no es sin0 una aplicación

de la crítica kantiana, que condenaba, con er

nombre de amphibolia, el vicio común en la fiJo–

softa de confundir esos dos órdenes de ideas.'

No qui ere decir aqt!el principio de la ciencia

positiva, que se niegan las leyes

y

las causas

que se hallan fuera del análisis del mundo fe–

nomenal; nó, muchas de ellas se hallan acepta–

das por la nueva esc uela, pero como principios,

en sí, inexplicables; dándoles de este modo

~u

verdadero carácter, que impide confusiones

y

extravíos: se les reconoce. su existencia por–

.q ll e se les siente agitarse en la realidad.; pero

se ignora de dónde vienen, qué son, cuál es su

fin.

Estas ideas establecen una deducción rigu–

rosa: la

'7'elatz"vidad de . nuestros conocúnientos,

impuesto por el mismo límite natural de nues–

tros est•.1dios. No pudiendo alcanzar la inteli–

gencia hl!ma na los principios 3bsolutos

y

esen–

ciales, que so12 los únicos que podrían dar cda

conformidad de la idea con el objeto»; nuestra

verdad se limita á establecer cela corresponden–

cia exacta entre el orden de las ideas

y

el or–

den ele las cosas, de manera que el encadena–

miento del pensamiento se adapte y coincida

con el movimiento de los fenómenos.» De esta

'suerte nuestro

co~ocimiento,

al que no le es

dado penetrar en la esencia de las cosas, cono–

ce

á

éstas en

relación•

con los caracteres me–

diantes ·1os que ellas se presentan

á

nuestra in–

teligencia. Si esos caracteres variaran, cambia-