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dad;
y
que rechaza los dogmatismos de la ra–
zón pura, debe ver en Hegel el postrer deste–
llo de la concepción
idealista, en su brillante
originalidad. Como tal,
p~rmitid1ne,
señores,
dirigir la despedida más cariñosa á esta escue-
. la que desaparece. Entre cordilleras
y
rios,
entre bosques
y
desiertos, azotados por los ele–
mentos de la naturaleza, ·cual en ninguna 'otra
tierra, nació casta
y
pura en el místico comer–
cio del pensamiento iluminado de la India con
el Ser Supremo. Va á la Grecia, á la tierra
predestinada por la filosofía
y
el arte, quien la
posee oculta
y
misteriosamente en los secretos
de 'los filósofos que habían viajado por el Orien–
te; para f.1resentarla luego en el genio divino
de Platón, tan bella é irresistible cual aquella
diosa que surge entre las blancas
y
rizadas es–
pumas del mar. Como cautiva amorosa envía
despues un recuerdo hacia á la cuna en que
arrulló su infancia, hacia el Oriente; v baña con
un reflejo tierrio
y
melancólico las cÁtedras ele
Plotino
.y
ele
Hip~tía,
para ser luego sacrificada
-porque, aunque muy bella, era virgen
y
es–
téril-en nombre de una profecía de amor. Más
tarde, el sensualismo que. envilece
y
azota, la
fuerza bruta que confunde y destruye batían su
enseña de muerte por los ámbitos del mundo;
y
entonces se buscanaquellas perla:s que. cual
entre las algas de las profundidades del Océa–
no, se habían ocultado entre los escombros de
la destrucción, para
enga~tarlas,
como joya· pre–
ciosa, en la diadema del misticismo religioso
que levantaba la cruzada de la regeneración
del hombre. Por último, la escuela idealista, si-