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sin duda que el si s tema ele Hege,I sería el hi–
jo_ predilecto de la ciencia filosófica. Desgra–
ciadamente el panteísmo de la
Idea
es tan fal–
so como todos los sistemas qu e ti e nen por úni–
co criterio las abstracciones ontológicas de la
tazón pura.
Tres son los sistemas id ea listas superiores
que, d esde la Greci a has ta hoy. regist ra en sus
p~ginas
la hi sto ria de la filo so fí a : e! de Platón,
el de Descartes
y
e l de H egel. Platón p,resen–
ta
á
la s Ideas como tipos e te rnos
y
absolutos
que residen en Dios ó fu e ra de él. D escartes,
bajo las influ e ncias que en su lugar se señal a–
l'on, t e rmina su sistema ontológico con un dua–
lismo insolubl e entre e l pe nsami e nto
y
la
nv.–
teria, el sujeto.
y
el
obj e to. Hegel, más lógico,
más teme ra ri o
y
más fantástico,
identificando
los <los principios del d uali smo platónico
y
del
duali smo cartesiano e n la
I dea absoluta,·
repre–
senta la ev0lución rigurosa
y
fin a l de las esc ue–
la:- icl :-·a listas. Si so n verdaderos los postulados
del platonismo
y
de l cartesianismo, el si?tema
hege li a no es el más lógico, el más compl eto
y
el más exac to;
y,
de cualquier modo, es ante
la crítica filo só fica , el último té rmino d el idea
lismo científico, pu es el pe ns ami e nto abstracto
del hombre no pu ede ir más all á . Todos los
sistemas qu e, en el día, sos ti e nen aú n e l pri1ci–
pio id eali s ta no son e n su esencia, si no deriva–
ciones es trechas,
in compl e tas ó truncas del
p ensamien to de H egel.
L a filosofía, pues, del siglo X IX que consi–
dera al idealismo, como
escuela
y
sistema,
com–
pletamente extrav iado en el camino de la ver-