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Crítica de la
1'1lZÓJZ
pura,
se experimenta el te–
mor
y
recelo de un espí ritu que presiente un
p ~ li g ro;
pe ro qu e, incitado por la irre. istihle
fascinación qu e este mi smo contiene, no retro–
cede; sino qu e, tembl oroso, descorre, al fin , el
velo que lo cubre; au nq ue
u revelación
le
ofrezca eterno descon suelo.
Pero apartémonos de es tas tri stes reflexio–
nes,
y
veamos, dt>sde un a regi ón más elevada,
la si g nificac ión de esa ob ra inmorta l; conside–
rándola bajo los tres aspecto· qu e nos indi ca
·Guillermo dé H umboldt: en relación
á
lo que
ha des truido, á lo qu e ha fund ado
y
á la revo-
1ución
y
reforma que ha operarlo en la historia
de la fil osofia . Bajo
.1
primero, hemos ,·isto
que,
á
pesa r de combatir la filosofla moderna
el dogmati
111 0
científico, había dado las más
tristes pruebas
el
su uso en
la resolución
ele sus probl ' mas fund amental s; dogmatis–
mos, ó tal vez, ig-n oranci a, que lo
había lle–
vado á los
xtremos más c.!e¡ lorable ; en los
qu e las e cuela. fil osóficas, di
idida~
radical–
mente po r el problema de ubstancia, se re–
torcían estéri lmente, degenerada
por la es–
pec ul ac ión retó rica
y
supe rfi cial, po r el e tre–
cho sabe r em¡ írico ó por el enervamiento de
la
teo rí a.
en . uali . tas. Kant destrnye, para
no . e r aceptad
j
má por la verd dera cien-
ia, el imperio del <logmati . mo;
y
junto con él
manifi sta 1 va iedad de la di puta que di,·ide
1
e. cu
b.
filosófic . ; porque la filo ofia que
e
impotente par
olucionar
racionalmente el
problema de substancia, el
era.o.isnoun 'nico,
no puede ser ideali ta ni sen ualista; pue
l