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.XXXIII

Todo acabó:

-

Poco después entró

á

iluluinar el fúnebre

.cuadr9 un rayo del sol, única antorcha digna '

{}e tal cadáver. Con el día llegaron anhelantes

'.1.

llenos de congoja D. Buenaventura,

. Serafi~

. nita

y

varios . criados de la casa. Fácilmente

-se comprenderá su consternación al ver lo que

encerraba la triste alcoba, donde los g€midos

·de un hombre y el llanto de un nifío, que se

-comía los pufios, hacían más tétrico el silencio

inalterable de aquellos labios cuyas palabras

babian dado alegria al mundo.

Serafinita cayó de rodillas , invocando al Se–

~flor,

y

su

hermano, pasado el primer momento

de

~orpresa

y

dolor, pidió explicaciones que

-no le fueron dadas. Más tarde , y cuando lo

que restaba de la sefior ita fué trasladado

á

Fi·

cóbriga , D . Buenaventura,

á

quien acompa1lÓ

p or el camino el hebreo, parecí&: no tener du–

das acerca de la inocencia de éste en tan de–

tJa~troso

fin. D. Augel, medio muerto de pena,

no quiso sal ir de su habitación. Madama

....