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I

.

.

364

n.

PÉREZ GALUÓS

,110

jugaba en el Jardín de Lantigua. Era

y

es

la imagen viva de aquel chicuelo divino,

cu–

yos

ojos,

t.an

lindos como "inteligentes, mira–

r.on

~on

amor al mundo antes de reformarlo.

Diríase de él que no n ació de madre, sino por

milagro del arte

y

de la fe, recibiendo cuerpo

y

vi da de

la

ardiente inspiración de A1urillo.

En Ficóbriga le ' llamabau y le llamaJ;l el Na–

zal'elli,to.

Tiene

los ojos de su madre

y

el

per–

fil de su padre, gracia, armonía, cierta severi.

dad , lumbre extraordinaria en la fisonomía,

el

cabello castaño y rizoso. Todos le adoran;

le

crían

hasta

con mimo, porque

D.

Buenaven–

'tura no

~abe

negarle nada,

y

es,'de oir el ho–

rrible estrépito que hacen

en

la casa sus caba

41

110s de, palo, sus a ros con timbre, sus carreto–

nes, sus trompetas, sus velocípedos,

BUS

fusi–

les, sus tambores

y

demás instrumen tos de

j uego con que le 9bsequ ian un día

y

otro sus

primitag, su mamá ...\.nton ia

y

su tío Ventura.

, Entonces, es deci r, el afio pasado, vestía de

luto.

El

no supo por qué; pero

había

uua

ra–

zón,

y

era que su padre había muerto en

Lon–

dres. ¿De qué clase de muerte? mej or dicho,

¿de qué enfermedad? De una que no tiene

nombre. llabia muerto después de

dos

afi08

de

locura, motivada por

la

extrafla y sin

iguat

manía

de

b,uscar una religión

nueva. la r U·