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B. PÉRE"Z
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ro, que no tardó en volver.
El
poderoso_argu-
mento de
ternur~
que
guard~ba
éste para la
ocasión más favorable, habíase al
fin
enuncia–
do por sí mismo.
En el vestíbulo de
.la
casa, Roque
y
Fran–
cisca entablaron viva disputa
có~
Sansón,
in–
ten'~ando
convencerle de que d.ebía ponerse-in–
mediatamente en la calle; pero él, haciendo
más gestos que un molino de _viento, ya que
'con la lengua no podía explicarse, les decía
que mientras su amo estuviese dentro' de la -
casa
·'/él
no' _saldría. 'Reforzó luego Francisca
sus argümentos con empellones
y
denuestos
terribles. Al
fin
transigieron, conviniendo en
que ni
_á
la calle saldría, ni aguardaría á ,su
amo denu·o de la CRsa, .quedándose entre in–
fierno
y
cielo,
o
sea en el jardín. Al bajar
la
gradería de la .puerta principal decía en alta
voz,> recordando los libros santos:
cMejor es .que se encuentre
un
hombre
con
una osa á quien hayan robado
sus
cachorros,
.
.
que
con
una
IDuJer neCIa••