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B. 'PÉREZ GALD6s
Serafilla, que
tarrlbiélllloraba,
'y
los uus
hom–
br~s.
permanecieron en pie, consternados
y
mudos.
cNo he
po~ido
resistir
á
mi
afá~-colltinnó
.
,
Gloria.-~1e
he
portado,
querida lnadre
luiu.,
COill-O
los hipócritas, como ' los ladrones, y he
salido .
en silencio,
á
deshora, cuando todos
dormían, acompaí1ada
de
un
hOI)) bl'e
humilde
que en
todo me obedece•.. Esta
es la verdad.
Lo digo porque
há
tiempo que
esto se
me sale
del corazón y no puedo ocultarlo, .porque
lno
dan
ganas de
salir
á
la
calle
y
decirlo
tí
gri–
tos...
-Lo
djgo
también porque no se- crea lo
que no
es,
al
verme-entrar
como he entrado.••
-Sosiégate, hijtt luía-dijo
Serafinita
con
ternura.-Creo que
tus móviles siempre son
buenos
y
honrados. Esto mismo que me cuen–
tas
y
que
me
.ha
dejado
absorta, esta misma
desobediencia
ha
sido
impulsada por un
sen–
timiento
nOQle,
por el más
noble de
todos des·
pués del
amor
de
Dios,
sí, después.
~
.
A las
palabras
de
Dofía
Serafina
sucedió
otro
espacio de silencio, que
las hizo, como
las de
Gloria,
más solemnes. dejándolas,
por
decirlo
así,
esculpidas.
«Por eso-continuó
la
señora acariciando
las
manos
de
su
sobrina,
~no
ID e
atrevo
á
di ·
l'igir te
una
sola
palabra de
reconvención ..•