XVII
Declaración.
Serafinita dormía tranquilamente, cuando
empezó
á,
soflar
q
11.e el mundo se partía en dos
pedaz<?s, al golpe de, un martillo
ceh~8tial
que
iba á
d~etruir ·
en -p.ocos momentos la
obr~
de
siete días, endurecida por $eis mil a1\os. Mas
estaldea pa:saba por la serie"de
transfor~acio.
"
nes
y
de matices que enlazan lo so1\ado con la
I:ealidad.
Tuv~
miedo; dudó si creer
á
SUB
sen–
tidos, que le anunciaban un terremoto; hizo la
observación de que en otras ocasiones había
sonado con cataclismos, incendios
y
quebran.
tamientos de astros, cuyos
peda~os
llovían so..
bre el nuestro; pel"Osu conocimiento fué
muy
claro al 6n , y dióse por despierta. Sintió voces
en la casa., y F r ancisca , llegando
á
su puerta,
dijo con voz muy angustiada:
cBeilora, seilora, levántese usted.
-Francisca... ¿qué? . . ¿hay fuego?
- No, seilora... leván tese.
'
-¿Hay fuego, mujer'?
-No, senora: otra' cosa peor.