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quien se había' concedido poco "Rutes la plaza
de sepulturero, con la condición
~e
ir
-á
cantar
á
la Apadía en los días solemnes, porque su
mucha práctica del coro le hacía necesario. No
lejos de
él
iba Bildo con el incensario, echando ,
unas humaredas que parecían Ílubes. Don
Sil.
o
\
vestre llevaba
su
capa pluvial con
mund~na
elegancia,
y
presidía la ceremonia religiosa
con recogimiento
y
cil'cuuspeccióll. cual hom–
bre que sabe su
oficio~
Al Padre Poquito, que
hacia de diácono, le arrastraba la dalmática,
por ser él de meo gnadísima estatura,
y
mar–
chaba cou los ojos bajos
y
toda su cara con–
trita
y
afligida como la de quien, siendo ángel,
se cree pecador.
Más atrás iba
D.
Juan
Amarillo, 'henchido
de
Y11U
idad, por hallflrse en la plenitud de sus
{unci
ues municipales, sintiendo algo grande
y
divillO
en_su meULe augusta. Representaba
6111
la autoridad humalla protegiendo
y
ampa–
rau o con su tutelar Lr'azo
á
la
divina,
y
era
re iso que su persona estu viese
á
la
altu,ra~e
~au
iusigne papel. Andaba con lento
y
muy
al' a o com
pás,
y
á
cada paso hundía con
fuerza n
el
suelo la contera de su bastón de
áureo
uno,
lll'ecieudo decir:
e
¡Cuán feliz eres,
oh Fi .. brjga, en est r
bajo
mi
mano!, Al mis-
, ti
m o,
ni esta
8
e 'ie de endiosamiento