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pronto, volyiendo
á'
quedar entre, la muche-,
I
dümbre, que le rodeó decidida
á
desh~oz8rca-
,
bal~o
y
, ca~allero,
principiando por los insul–
tos
y
siguiendo
á
los ins\.dtos las'obras. ,Pero el
, se&tmOO,
6.
s:ea el gigante, apeándose con
li–
gereza, eqt-pez-G-
ár
pufiadas 'con 't9dos los que
hubo
á
mano,
d&
tal manera y con
ta~ta
pres-
I
'teza en dar
y
recibir, ,que se armó una ,con-
. I
tienda de mil demonios.
¡Y
el 'alcalde, aquel ,
\1.srón destinado por la
socied·f:l~
y
aun por "–
Dios
á
convertir el mundo en upa barsa, de
aceite, no podía llegar,
á
causa del
gentío"a~
lugar del siniestrol
El..primer' jinete' pudo apearse
y
trató de
contener al que parecía su criado; pero éste,
rojo como' un pimiento" pronunciando pala–
brotas extranjeras que semejaban ladridos,
movía los
férl~eos
brazos, en ,cuyo término es..
taban las martilludas manos, que caían como
piedras sobre -los carrillos, ,pescuezos, hom–
bros, omoplatos, esternones
y
occipuci9s de
los procesioneros. Era un boxeador de lo más
florido de Inglaterra; pero' en aquel ' trágico
. lance no quiso- Dios 'que probara su destreza
en tierra de alfetliques, y ,por suerte ,había allí
media docena de focas del Oantábrico, que en
cuanto vieron las furibundas manotadas del
coloso extranjero, empezaron á probar que la
,
I