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GtOnI\

79

~--------------------~~~------

Hes)

se entusiasmó, digámoslo

así,

y

suspen–

diendo bruscamente el airecillo de

Bal'1j(J'

.Alul

que ejecutaba, dió principio al degüello de la

~larcba

Rea),

cuyas notas salieron. chorreando

sangre, para ir

á

r'lsgufíar las orejas de los fie–

les. Al oír tan soberbia música, D. Juan se bi–

zo la ilusión de que no por el Salvador, sino

por él mismo se tocaba,

y

su mente se ofuscó

un

Inomento, cnslla de aquéllos que asisten

á

su propia apoteosis; vióse circundado de ra–

yos de gloria,

y

oyó como un

Ave

C~sar

impe–

ralor,

que

por las bocas abolladas de los ron–

c'os trombones juntamente con

él

cardenillo

sa–

lía. Junto al alcalde marchaba, por creer que

aquel puesto era el más conveniente,

D.

Bue–

naventura, cuyo semblante no expresaba

á

pri–

roera vista el deseo de que la procesión durase

hasta la noche. Sólo contestaba con monosí·

labos, cuando Amarillo le decía:

eNo puede

UllO

distraerse ni un momento,

Sr. D. Buenaventura, si se ha de conseguir que

e da cual ocupe su puesto,

y

marche todo

ste gr

n

gen tío con ord en. Es preciso tener

oien

jos,

y

aóu

no

ba... ta .)

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