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,
. B. PEREZ GALDOS
I
1-
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venía quiso volver grupas
á
toda pdsa; pero el
an~mal
se
enc~britó,
y
alzando las patas e–
lanteras puso al Qaballero en peligro de caer al
sU,elo. Por- fortuna suya era buen jinete. La
multitud prorrumpió
en~xcla~aciones
y_,ame-
nazas. Aumentado el espanto ,det animal con
, tanto vocerío, emp.ezó
á
dar vueltas caraco–
leando
y
relinchando con la
espuman.tebo~
abierta. En el mismo 'momento apareció por la
misma callej ueIa otro hombre
á
Qab~llo.
Era
rubio, encarnado, alto, más ·bien gigantesco, '
.de robusto cuerpo
y
pufios formid·ables.
.' D.
J
uau Amarillo, al ver que había
dOA
hombres bastante audaces para entrar
á
C8.'"
l.
baIlo en Ficóbrig,a en el
~omento
sublime
d~,
la procesión, eintió en sí la
grand~osa
cólera de
los dioses
a~tiguos,
y
se lanzó en medio del
gentío llevando el rayo en sus ojos. Su mano
. empuñaba el bastón como un dardo• .
H~rla,
pues, escarmiento; pondría
á
inmensurable al–
tura ,el principio de autoridad, aquel sacro
-principio. que se le había confiado para que lo
tra~smitiera
incólume
y
lleno de gloria
á
las
generaciones futuras.
e
¡Paso ·al sefiol' alcaldel. gritaba el gentío.
El primer caballo hirió con sus patas de–
lanteras
á
una
~uj er
en la
cabeza~
Espoleado
briosamente, dió un salto, pero retrocedió de