'f71 JI
El
Salvador en la calle.
Lucía sol espléndido cuando la procesión
salió
á
la calle. Alzadas las andas sobre los ro–
bustos hombros, descollaba entre la multitud
.
.
de cabezas descubiertas y entre el movible
bosque de amarillas palmas el asna que soste–
nía
al Salvador del mundo.
La
hermosa cabe·
za de éste, animada de celeste expresión vital
por
el
numen del artista, era centro de las mira–
das
y
de la atención del dev.oto pueblo. Aquel
sefior tan bueno, tan 'hermoso, tan amigo de
Ficóbl'iga, parecía sonreir
á
sus amados hijos
y
decirles: cAl fin estoy otra vez entre vos–
otros, queridos míos.:t El que entró en Jerusa–
lén saludado por el
hosanna
y las aclamaciones
de triunfo, no podía ser de otra manera que
aquél tan bello
y
afable, con su rizada barba,
SUB
ojos que mirab
n
como sólo puede mirar
1
que
des
ués de haber fabricado los m'undos,
vi '
q
e er
uenos;
BU
delicado perfil,
y
las
r
i sss ban as
de
cabellos que partidos
80-
r la frente
caían
sobre
8U8
hombros.