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,

70

B. PÉREZ GALDÓS

tar de

esa víbora 1 .Confiésalo, reconóce!o.

~No

espero nada del mundo,-dijo Gloria

con

tranquilidad.

-Sí,

tú esperas.

Aún

te tiene

en

sus garras

la

bestia horrible.

Gloria, hija

mía,

¿uo

cabe

en tu

mente

la

cristiana

idea de la n1uerte so–

cial, que es la

salvación

del alma,

esa

muerte

en

cu yo punto empieza la eterna

y

gloriosa

v ida?

-No puedo morir más de lo

que muero pa–

ra .el mundo .

--Desgraciada , sueíias

con

una reparación

imposible.

..

-No

hay

reparación para mf.

-Ivlientras

sobre la tierra

aliente

un hotil-

bre,

no tendrás

való~~

para

arrancarte

d

o

la

tierra. La

t ienes

asida con

tus manos,

yaunquo

te quemas, todavía no quieres soltarla.

-Desasida

estoy.

He

renunciado

ti

la

repa·

ración, al

matrimonio,

al

amor mismo.

Yo

arrancaré

cuanto

existe en mí de aque 1

ti 01l1-

po,

hasta

los recuerdos, para estar

todo

lo

sola

que deseo.

-¿Pero sabes

lo que

podrá

ocurri r?

E~o

hombre

te ha

solicitado de

nuevo, te ha

bus–

cado.. ,

-No 1e querido verle ni escribirle...

-

80

no

b

sta. Tu si

tuaciÓll

siem re e