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B. PÉREZ GALDÓS
tar de
tí
esa víbora 1 .Confiésalo, reconóce!o.
~No
espero nada del mundo,-dijo Gloria
con
tranquilidad.
-Sí,
tú esperas.
Aún
te tiene
en
sus garras
la
bestia horrible.
Gloria, hija
mía,
¿uo
cabe
en tu
mente
la
cristiana
idea de la n1uerte so–
cial, que es la
salvación
del alma,
esa
muerte
en
cu yo punto empieza la eterna
y
gloriosa
v ida?
-No puedo morir más de lo
que muero pa–
ra .el mundo .
--Desgraciada , sueíias
con
una reparación
imposible.
..
-No
hay
reparación para mf.
-Ivlientras
sobre la tierra
aliente
un hotil-
bre,
tú
no tendrás
való~~
para
arrancarte
d
o
la
tierra. La
t ienes
asida con
tus manos,
yaunquo
te quemas, todavía no quieres soltarla.
-Desasida
estoy.
He
renunciado
ti
la
repa·
ración, al
matrimonio,
al
amor mismo.
Yo
arrancaré
cuanto
existe en mí de aque 1
ti 01l1-
po,
hasta
los recuerdos, para estar
todo
lo
sola
que deseo.
-¿Pero sabes
tú
lo que
podrá
ocurri r?
E~o
hombre
te ha
solicitado de
nuevo, te ha
bus–
cado.. ,
-No 1e querido verle ni escribirle...
-
80
no
b
sta. Tu si
tuaciÓll
siem re e