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6LORIA.

'-¡De que estoy en pecado mortall .... ¡de que ,

estoy condenadal-exclamó la,setlorita de Lan–

tigua.-¡0111

querid~

tía, ¿está usted segura de

no equivocarse?

.

-Yo no creo que el estado de tu conciencia

sea tan malo como piensa la gente; pero la opi–

nión del pueblo en que vivhnos, y que siempre

nos ha demostrado tanto caritlo, es muy des'"

favorable

á

tí. .

I

-Ya lo he comprendido.

-Si

no hubieras salido hoy de c!),ss, éomo

yo quería-dijo la seílora sollozando con aflic–

ción,-ni

ni yo pasaríamos las Rlnargurus

que

hemo~

pasado hoy,

á

causa

de~

atroz

des–

alfe...

-Es cierto, sí. Varias personas se retiraron

de la capilla cuando yo entré,-dijo Gloria

á

medias palabras.

-jAy l-murmuró doña Serafina, llevando

ambas manos á su sereno rost,fo y llorando sin

consuelo . - Grandes penas . he sufrido; pero

nunca

se

ha sonroj ado

mi

cara como hoy•. • al

ver .. .

~

El

llanto la ahogaba.

cAl

vel'-prosiguió,-que

en esta vi lla, en

esta sania Iglesia, en nuestra capil la, había de

o urrir una escena semejante. ¡Cómo podía yo

ensar que al entrar en ella la hija de mi

he~

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