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D. 'PÉR'EZ GALDÓS
,
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mora en Semana Santa el extraordinario 'enig-
ma de la Redención, son de admií'able belleza.
Si' bajo otros aspectos no
fueran
~ignas,
de ex-
,
cit~t
el
entnsi~smo
cristiano, serfanlo por su
importancia en el orden estéticó. Su sencilla
gran(ieza ha de· cautivar la fantasía del más
incré~111 ()
1
y
comprendiéndolas bien; penetrán–
dose de ,su patético .sentido, es por lo
mellOS
frivolidad mofarse de ellas. Quédese esto para
Jos que van
á
la Iglesia como al teatro, que
,son, eI,l realidad de
verdad~
porción no peqne–
na
de los' católicos más católicos
á
su modo,
con falaz creencia de los labios, de rutinario
entendimiento '
y
corazón vacío.
E s evidente que las 'ceremonias de Semana .
Santa despÍertan
ya
poco entusiasmo,
y
mu–
'chos que se enfadan ,cuando se pone en duda
su catolicIsmo, tiénenlas por entretenimientd
de viejas, chiquillos
y
sacristanes. Sólo en
Jueves Santo, cuando la afluencia de mujeres
guapas convierte
á
las igl esias en placenteros
jardines de humanas flores,
so~
frecuen tadas
aquéllas por la varonil muchedumbre de nues–
tro orgulloso estado social, el más perfecto de
todos, según declaración de él mismo. Nuestra
sociedad se cree
irl'esponsa~le
de tal decaden–
cia, y la atribuye al excesivo celo
y
mojigatería
de la generacióll precurso ra, la cual , adulaudo