GLORIA
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pendidas -con imperceptible movimiento en el
aire. Gloria, al hallarse casi sola, encol?tró
más fácil la subida de
su
mente hacia
Dios,
y
la
angustia que oprimía su pecho óomenzó
ti.
ceder. Fatigadn extremadamente de estar de
hinojos,
s~
levantaba para sentarse
e~
un ban–
co, cuando oyó pasos, acompaílados de un
gol–
pecito de bastón,
y
reconoció
'~a
persona de su
Lía,
que se acercaba. Serafinita entró en
la ca–
pilla.
«Al fiu
has
venido-le dijo. - ¡Pobrecital
mi
hermano es
ro
lly terco y pesado. Perdóna–
le, porque su intención ha sido buena.
-¡Perdonarle!. .. Antes le agradezco que
me haya hecho
salir.
Me siento bien.
-¿Te sientes bien?-preguntó la tía con
ex...
presión de lástima.-¿Estás contenta?
-Contenta no; pero tranquila sí.
-¡Y
yo que venía
á
cOllsolarte...
!
-¿A consolarme? ¿De qué?
-Eutreluos en el camarín. Tengo que
hn-
1
rte.
Allí
descansarás mejor.,
Ambas entraron. Gloria vió sobre Ulla silla,
abandonado, pisoteado, mustio y lleno de pol–
o, el ramo que entregara
á
D.
Silve~tre
con el
fin que s bemos.
el
uí e8t l-exclamó con asombro, fijando
]08
ojos n su
tía.