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GLORIA

63

·

.

pendidas -con imperceptible movimiento en el

aire. Gloria, al hallarse casi sola, encol?tró

más fácil la subida de

su

mente hacia

Dios,

y

la

angustia que oprimía su pecho óomenzó

ti.

ceder. Fatigadn extremadamente de estar de

hinojos,

s~

levantaba para sentarse

e~

un ban–

co, cuando oyó pasos, acompaílados de un

gol–

pecito de bastón,

y

reconoció

'~a

persona de su

Lía,

que se acercaba. Serafinita entró en

la ca–

pilla.

«Al fiu

has

venido-le dijo. - ¡Pobrecital

mi

hermano es

ro

lly terco y pesado. Perdóna–

le, porque su intención ha sido buena.

-¡Perdonarle!. .. Antes le agradezco que

me haya hecho

salir.

Me siento bien.

-¿Te sientes bien?-preguntó la tía con

ex...

presión de lástima.-¿Estás contenta?

-Contenta no; pero tranquila sí.

-¡Y

yo que venía

á

cOllsolarte...

!

-¿A consolarme? ¿De qué?

-Eutreluos en el camarín. Tengo que

hn-

1

rte.

Allí

descansarás mejor.,

Ambas entraron. Gloria vió sobre Ulla silla,

abandonado, pisoteado, mustio y lleno de pol–

o, el ramo que entregara

á

D.

Silve~tre

con el

fin que s bemos.

el

uí e8t l-exclamó con asombro, fijando

]08

ojos n su

tía.