OLORIA
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tu propia causa, te sentencias
á
un aislami6llto
placentero
y
tranquilo, donde sabrás rodearte
de delicias. Renunciando sólo
á
los gustos que
DO
valeu nada, te quedas con aquello que por
ser muy bueno sirve para pren;lio de las más
altas virtudes...•
Gloria gimió con dolor al oir esto.
e
¡Donosa resignación la tuyal-aftadió Se–
l'ufiuita.- ¡Lindo modo de ·purificarte por el
martirio! Si Jesús, después de azotado, hubiera
huido cuando le iban
á
crucificar, ¿crees que
habría redimido al género humano? Pues
tú
haces eso: crees tener bastante con los azotes
y
huyes de la cruz... Tu resignación será ineficaz
para tu alma, si no es completa, absolqta, si
no comprende la renuncia de todo, absoluta–
mente de todo .•
Doña Serafina, al decir esto, abrazó
y
besó
tiernamente
á
su sobr.ina, la cual, agobiada en
extremo
y
banada en lágrimas, repetía:
.Todo, absolutamente todo...•
Era necesaria la gran mansedumbre que se
había impuesto, para no caer en la más negra
desesperación. Sin rechazar las terribles afir–
maciones de su tía, que aún no podemos com–
prender bien por jgnorar el hecho que las oca–
sioDa, Gloria no podía menos de dar salidQ
á
una dolorosí iroa queja, que, brotando de lo