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, I

228

B. PÉREZ GALDÓS

-

el

tiempo,

y

10$

obstáculos subsisten

más

te–

rribles, más imponen

tes cada dia. Ha llegado

la

hora

del envilecimiento

ó

de la

retirada, 'y

, tú-

me

das el ejemplo. Tú eres grande:

sabea

hacer

lo que

yo,

miserable,

no

supe.

¡Maldito

sea

yo,

que vi la

felicidad

y

no la

_pude poseer!

Te

devuelvo

á

tu casa,

á

tu

religión,

y

te de–

vuelvo pura, inlllRculada..

'!

'Por

Dios,

¿no

ves,

no ves clara

y

patente la

honradez' de

rol alma?

---Sf,-respondió ella entre angustiosos so–

llozos. -

-¿Conservas

alguuª, SOmbl"a

de recelQ

con

respecto

~

mí?

-No.

.

-:-¿Me creerías

digno

de tI, si una fatalidad

de nacimiento no lo impidiera?

.-Sí.

~Pues

ahora-dijo

resueltamente

elex.t~an.

jero levantándose, -separémonos.

-Para

siempre,~

anadió

GIQria

levan~lÍn-

dose

también.

f

Pálida

y

grandiosa en

su

dolor,

semejaba

el

ángel de. la

muerte cuando viene

á

llevarse

un

. alma.

Daniel

la

abrazó.

La

sel10rita

de Lanti·

gua ocultó

la

fren_te

en

el

pecho

de su

amigo,

regándolo

con

lágrimas breve

rato.

cDame

un

recuerdo

tuyo,- dijo Morton.

-La

memoria

fiel

no

necesita

recuerdos.