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GLORIA

225

blime de quien

po~e

el pie en. la puerta que

, .' conduce

al

martirio, exclamó: _

e¡Adiósl,

MOl'ton, asiéndole las puntas de los dedos de

ambas manos, tiró de ella. La joven cayó de

nuevo en su asiento 'de piedra.

.

I

l

eNo hará el sacrificio uno de IQs dos, sino '

i

los dos

á

un tiempo,-afirmó Daniel.

.

l

_

Jesucristo, que murió en la ·cruz- dijo )

ella.-Jesucristo,

á

quien adoro, me ha ense-

'fiado el modo de hacerlos yo sola, si es preciso;

pero si me da fuerzas para aceptar el de la

vi–

da, no·me las da para aceptar el cáliz de un es–

cand~loso

cambio de religión, por casarme

á

disgusto de

m.i

familia.

¡Oh,

Dios mío, dichosas

las tierras donde la religión está en las concien–

cias y no en, los labios, donde la religión no es

una impía ley de razasl Al!.damos por aquí co–

mo las.reses marcadas con hierro en su carne.»

Concluyendo su ardiente protesta, la se11o–

rita; de Lantigua s·e levantó de nuevo repitiendo:

cAdiós, adiós pf\rB siempre.

~

-Has pronunciado la palabrá. terrible-dijo

Morton con amargura;-la palabra que ha

ve–

nido

á

ser nuestra única solución. ¡Adiósl No

hay otra fórmula, Gloria. Yo sentia en mi alma

esta palabra; pero no podía ni debía dech'la. Tú

la has dicho.

(