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.
B. PÉREZ BALDOS
Morton, cayendo en profunda tristeza,
fijf
los ojos en el suelo.
"
cA
los dos, querida mía.
-¿Los dos?-repitió Glori.a algo confuaa.-
~
No
te entiendo entonces. La 'cuestión es
muy
sencilla. Daniel, - no
.la
compliques. Somos
dos... nos queremos; pero ¡ayl si nuestras al–
mas adoran
á
Dios, vivimos cada cual en
Igle–
sia distinta: aquí sobra
un~
religión, hijo.
\
- -Es verdad: sobra una religión, y es pre-
ciso eliminarla, -afirmó Danié-l sombríamente.
-Es forzoso pagar ese. tributo
'á
la socie–
dad. ¿Tú qué piensas de
~~to?
-Qué
la sociedad es terriblemente feroz,
y
con mucha dificultad se .aplaca.
-Eso quiere decir-manifestó Gloria con
enojo,-que no hay solución posible. Yo abro
las
puertas y
tú
las cierras.
~
Morton suspiró, mirando al cielo, setial
evidente de que no veía
pu~rtas
abie.rtas ni
ce-
rradas en ninguna parte.
!
c¿Por qué suspiras así?
.¿qué
tienes?-pre..
~
guntó la joven con·el impa"ciente desasosiego
¡
de un alma alborotada.
-Nada..• pensaba en mi ·desgracia, que es
más grande, infinitamente más grande
q~e
la
tuya.
-No..·. no -dijo la de
J....
antigua, rompiendo