GLORIA
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cubría como el que acecha, asomando
á
inter-
valos la cabeza.•. éstos eran los únicos testigos.
/
eNo hay nadie,,-repitió Morton. .
-Pero algún día habrá alguien-dijo la se·
fiorita .de Lantigua con tristeza,
-y;
seremos
•
expulsados 'de aquí como lo fuimos 'de
mi
ca-
SR,
y
no habrá playa ni bosque que nos ampa-
ren. En las sIete veces que nemos 'venido aquí
hemos tenido suerte; pero ¿sucederá otra vez ·
lo mismo? Todq está lleno de ojos suspicaces
que miran, Daniel.
'.
-¿Por qué siendo buenoe los dos,
vivimos
como criminales? No hemos faltado á ninguna
ley de Dios,
y
sin embargo, huÍlnos como el
incendiario que ha pegado fuego al techo del
rico. ¿Por qué es esto?
-Eso pregunto yo, ¿por qué? Dios mío, ¿es.
. posible que TÓ hagas esto?
.
-Él
no
lo hace-dijo ·
i>aniel~on
melanco–
lia.-Estamos tocando la obra de estas
socie~
dades perfeccionadas, que juzgándose duefias
de la verdad absoluta, conservan las leyes de
casta como en tielnpo de los filisteos.
:_ -Yo he pensado
~noche
que lo hecho por
los hombres, los hombres pueden deshacerlo
-repuso Gloria, regocijándose en contemplar
el semblante de Morton, cuya
he1
4
mosa mirada
parecía descender de
10
alto de la cruz.-No es