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B.
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...
mitirle perder ningún tiempo los trabajos
que
entre manos traía. Devorado por lÍn ansia fer–
vorosa, entregábase sin descanso
á
las lecturas
y
á la coroposición literaria, bebien'do en libros
y
derrama~do
su pensar en cuartillas. Tan por
entero absorbía su espíritu aquel afán, que no
había fuerzas humanas que le al'rancaran del
despacho durante cuatro horas por la mafíana
y
otras tantas por la noche.
Su
hermano le re–
prendía c-arifíosamente por esta tarea ardorosa
y
febril, que gastaba sus peregl"inas facultades
y
le iba irritando el cerebro
y
enflaqueciendo
las fuerzas físicas, en términos que D. Juan se ,
desmejoraba
más
cada día. Pero no hacía caso
él de los sermones episcopales,
y
seguía erre ·
que erre sobre los libros,
s8cán~oIes
el redafío
. para escribir después. ¡Admirable aplicación,
que debía dar por resultado una de láS
más
hermosas 9bras de la época presentel
Una
manana era tanta su fatiga, que Don
Juan, sint iendo su cabeza más pesada que el
I
·plomo, salió
á
ver si se le despejaba conversan–
do con Morton.
Cuand~
llegó al gabinete de és–
te,
extrafió que no estuviese allí de visita Don
Angel, por ser costumbre trabar las polémicas
en aquella hora.
e
Vamos-dijo,- veo que mi buen hermano
lÍe
ha. visto obligado
á
levantar el sitio• .