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LA VIRGEN Y LAS DOS TORRES.

fa

HISTORIADOR Y LA MUNDIALIZACION

Al

/ado

de la

an

tenor

la

de Herrera. global. esta es la h1stona (local} que cuenta un h110

de/

pueblo, Bernal Diaz

de/

Castillo. cap1t6n de Cortes, p6stuma. en

1632,

bastante despues

que

la

de Herrera Casi lo mismo que Garcilaso, rectificar

la

vers16n 1mpenal que olv1daba

a sus improvisados conquistadores. Pero Diaz no hob/a por los indios. side los ind1os de

Mexico, con admirac16n Su descnpcion de la cap1tal en una laguna es celebre

nuevas experiencias que pro–

vocan revoluciones mentales,

trastornan los horizontes tradi–

cionales, multiplican mezclas y

prestamos. Estas modernidades,

a diferencia de la Modernidad

con M mayuscula, o sea, de la

Joyas de la Biblioteca

modernidad can6nica, son mo–

dernidades con m minuscula y

plural, las multiples modernida–

des de los confines.

De hecho, estas modernida–

des y occidentalizaciones son

todas manifestaciones de una

mutaci6n hist6rica decisiva . No

parece superfluo recordar que

si la mundializaci6n iberica hoy

en dfa me parece tan importan–

te, es justamente porque con–

firi6 una realizaci6n terrestre a

un viejo proyecto que remonta

a los griegos y a los romanos:

la idea de que el globo es un

ecumeno, que lo pueblo la hu–

manidad, que puede compartir

una serie de valores universales

y que se vio atribuido un destino

comun, la salvaci6n esperada

de las monos de un dios unico.

Con los portugueses y los espa–

noles la mundializaci6n europea

deja definitivamente de ser me–

taffsica , cosmol6gica y teol6-

gica para volverse literalmente

terrestre : a partir de este mo–

menta la mundializaci6n puede

transformarse en una empresa

de conquista de la realidad ffsi–

ca y humana del planeta en su

globalidad.

aP/enitudo gentium,

plenitudo temporum»,

tal fue el

lema de muchos europeos del

siglo XVI : muchos consideraban

y crefan que el descubrimiento

y la cristianizaci6n de todos los

pueblos del mundo habfan de

coincidir con la llegada ansio–

samente esperada del fin de los

tiempos, lo que podrfamos Ila–

mar hoy, de modo anacr6nico,

«el fin de la historia».

Las «modernidades de los

confines» son indisociables de

los multiples procesos de mesti–

zaje que surgieron en Africa, en

el Nuevo Mundo, en el Asia por–

tuguesa y espanola. Los pueblos

sometidos o encontrados nunca

fueron espectadores y recepto–

res pasivos de la mundializaci6n

iberica. No solo fueron los infor-

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