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LAALEMANIA POST-NAZISMO Y EL PERÚ POST-FUJIMORISTA

Recurramos al ejemplo de

la

Alemania del post-nazismo

y

a las reflexiones del

gran filósofo Karl Jaspers, quien no pudo mantenerse exento de analizar las

consecuencias que significaron los doce años del nacional socialismo

y la

inhumanidad que representó. Precisamente,

el

tema de reconstituirlos lazos de

humanidad

fraterna fue

el

que alentó a Jaspers a compartir sus análisis.

Mucho de

lo que expone

el

filósofo alemán parece haber sido escrito para dialogar con

el

peruano actual,

y

por ello me permito centrarme brevemente en sus ideas que

felizmente están a disposición de nosotros gracias a la edición facsimilar de

la

revista

LasMoradas,

de Emilio Wesphalen (2002).

En

el

documento <<Ahora debemos comenzar», son perceptibles

la

desilusión

y

la

esperanza s:inmltáneas que siente Jaspers frente a cómo ha quedado su país

luego de la barbarie nazi. Primero, la desazón del sentimiento de pérdida:

Nosotros lo hemos perdido casi todo: Estado, economía, las condiciones fisicas

de nuestra vida. Lo que es aún peor, hemos perdido nuestros valores, los

vínculos comunes que nos unían, nuestra dignidad moral

y

nuestro sentido de

sociedad como pueblo. Qaspers 2002: 87).

Es inevitable relacionar la situación alemana que describen estas líneas con la

que vive el Perú después del fujimorismo. En nuestro país también se ha

perdido casi todo, y especialmente lo que más reclamaJaspers para su sociedad:

el

sentido de rma vida en común. Los largos años de crisis económica que

estamos viviendo desde fines de los años setenta, la guerra subversiva de los

años ochenta, y

el

autoritarismo y la corrupción de los noventa han socavado en

nuestro país las ya endebles bases de la convivencia social. En este contexto

crecieron las alternativas individualistas -que pueden producir desagregación

social cuando no existen instituciones sólidas y eficientes que las encaucen-, y la

desconfianza mutua. Las condiciones eran precarias para pensar en estrechar los

vínculos sociales. Además, esta precariedad se agudizó en los años noventa

porque desde el Estado se fomentó la desarticulación social, el secreto y la

sospecha, envileciendo la vida en su totalidad.

El individualismo inclemente desprotege ala persona, la despoja de ciertos valores

que deben regir la vida en conjrmto, por ello, «la persona, desprovista de poder,

necesita rm sentido de comunidad, y darle este sentido es responsabilidad de

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