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Ciudad de los

Reyes un buen

repartimiento

de indios, que

pereció con la

muerte dellos.

El año de mil

y quinientos y

cuarenta y sie–

te aún no había

pan de trigo en

el Cozco (aun–

que ya había

trigo), porque

me acuerdo

que el Obispo

de aquella ciudad, Don Fray Juan Solano, dominico,

natural de Antequera, viniendo huyendo de la bata–

lla de Huarina, se hospedó en casa de mi padre, con

otros catorce o quince de su camarada, y mi madre

los regaló con pan de maíz; y los españoles venían

tan muertos de hambre que, mientras les adereza–

ron de cenar, tomaban puñados de maíz crudo que

echaban a sus cabalgaduras y se lo comían como

si fueran almendras confitadas. La cebada no se

sabe quién la llevó; créese que algún grano della

fue entre el trigo, porque por mucho que aparten

estas dos semillas nunca se apartan del todo.

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