falta dél, vendió las primeras a trecientos y sesenta
ducados y las postreras no menos de a docientos.
Este cuento supe del piloto que llevó el navío, por–
que en el mismo me trujo de los Reyes a Panamá;
por los cuales excesos no se permitía dar vino de
ordinario. Un día de aquellos tiempos convidó a
comer un caballero que tenía indios a otro que no
los tenía; comiendo media docena de españoles en
buena conversación, el enviado pidió un jarro de
agua para beber; el señor de la casa mandó le die–
sen vino, y como el otro le dijese que no lo bebía, le
dijo: «Pues si no bebéis vino, veníos acá a comer y a
cenar cada día». Dijo esto porque de toda la demás
costa, sacado el vino, no se hacía cuenta; y aun la
del vino no se mi–
raba tanto por la
costa como por la
total falta que mu–
chas veces había
dél, por llevarse
de tan lejos como
España y pasar dos
mares tan gran–
des, por lo cual en
aquellos principios
se estimó en tanto
como se ha dicho.