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Libro Nono

Capítulo XXIX

De la hortaliza y yerbas, y de la grandeza dellas

D

ELAS LEGUMBRES ouE

en España se comen no había

ninguna en el Perú, conviene a saber: lechu–

gas, escarolas, rábanos, coles, nabos, ajos, cebollas,

berenjenas, espinacas, acelgas, yerbabuena, culan–

tro, perejil, ni cardos hortenses ni campestres, ni

espárragos (verdolagas había y poleo); tampoco

había biznagas ni otra yerba alguna de las que hay

en España de provecho. De las semillas, tampoco

había garbanzos ni habas, lantejas, anís, mostaza,

oruga, alcaravea, ajonjolí, arroz, alhucema, cominos,

orégano, ajenuz y avenate, ni adormideras, trébol,

ni manzanilla hortense ni campestre. Tampoco ha–

bía rosas ni clavellinas de todas las suertes que hay

en España, ni jazmines ni azucenas ni mosquetes.

De todas estas flores y yerbas que hemos nom–

brado, y otras que no he podido traer a la memo–

ria, hay ahora tanta abundancia que muchas de–

llas son ya muy dañosas, como nabos, mostaza,

yerbabuena y manzanilla, que han cundido tanto

en algunos valles que han vencido las fuerzas y la

diligencia humana toda cuanta se ha hecho para

arrancallas, y han prevalecido de tal manera que

han borrado el nombre antiguo de los valles y for–

zádolos que se llamen de su nombre, como el Valle

de la Yerbabuena, en la costa de la mar que solía

llamarse Rucma, y otros semejantes. En la Ciudad

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