Las cabras, a los principios, cuando las llevaron,
no supe a cómo valieron; años después las vi ven–
der a ciento y a ciento y diez ducados; pocas se
vendían, y era por mucha amistad y ruegos, una o
dos a cual y cual; y entre diez o doce juntaban una
manadita, para traellas juntas. Esto que he dicho
fue en el Cozco, año de mil y quinientos y cuarenta
y cuatro y cuarenta y cinco. Después acá han multi–
plicado tanto, que no hacen caso dellas, sino para
la corambre. El parir ordinario de las cabras era a
tres y cuatro cabritos, como yo las vi. Un caballero
me certificó que en Huánucu, donde él residía, vió
parir muchas a cinco cabritos.