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Pero, Señor Ministro, ¿cuál
nuestra sorpresa
a Ia lcc–
turn del supremo
decreto de 17 de marzo
pasado,
poi•
el
'F'e
·sin
<mdien-cia
de
parle, sin
trmwitacio:n
alguna
legal,
sin-pr.iccdenlc juicio
ante
la
única autoridad competente
designada
por
las
leJeS
del Estado,
sirrpre}ia
notiftcacion,
anuncio, indicacion ni antecedente de
natm·alcza alguna,
si no es,
en
un sentido
del
l:odo contrario al citado dtrnrc–
to,
se declara en úl
«la terminacion de nuestro contrato
y
la,
libertadjener(ll
pare~
estraet
el
artículo,
CU)'a
esclusion
püt'
cinco afies lwbiamos co1n1H·aclo en la cantidad de 6B5f008
pesos,
y
a
Cll)'J
cuenta
ya
hahiamos entrc-gado como medio
millon
de pesos? ¿Guúl
nu estra
sorpresa
al
ver que una
dt• las
partes conlralantes
sl~
avanza a fallar sobre un
co11t
ralo solemne,
sin
consentinücnlo
ni
noticia ele la
otra,
sin autaridail Hlguna
para hacerlo
ni aun en
los contratos
en que
no
sea
parle,
y
runcho
menos
en
uno
celebrado
en
virtud de
teses
t'spresas, dictadas
)'
ejt~cutadas
por auto–
ridades
constituidas,
y
<1prohado )' ratificado por otro·s
congresos
y
otras
adminislrncioncs, inclusa
la
misma
del
<•ctual
Seüor .foneral Presidente, quien hoi
ex abrupto)'
con una sola phrnwd-il, anula
L:>
que él mismo
aprobó.
y
clestruJC cuanto hicieron los Congres os )' administracio–
nes que le prcced
ieron
'?
Pero nuestra
sorpresa
ha subiilo de punlo
al
ver
que
el citado
decreto solo
se
fund:t
en
n11
hecho
conlrndicho
por los
mismos
libros
de la Aduana de
la
Paz,
y
que aun
•~ n
el
caso de ser
cierto,
d chió dúrscnos
conocimiento
<fo
(!l ,, como sucede en
lodo
asunto que jira sohre operacio–
ues aritmúlicns.
Este hecho, Señor Ministro, es el de que
<<
hmuos ll e–
nado
el
número de 20 mil quintales de
Cascarilla, únicos
a <¡ue tiene derecho la
Sociedad
¿1scnlista
de
esle
arlícnlo, ))
J_,uego es cierto; )' el Gobierno confiesa que tenemos
den~-