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trntanlc siguió
[l
esla
desde diciemln·e de 847 lwsta
la
pn'scntc
feclw.
De ello ha
resultadn;
1.
0
que po;· culpa de
dicho
Go–
.hicrno nos hallamos en Europa
y
l\orle
América con mas
de ocho mil quintales de Quina, cuyo costo c-n ttqucllos
mercados pasa <le 700 mil rwsos; 2.
0
c¡nc sin grnvísimo
quebranto no podremos cspendcr tan considcr:thlc snma
y
la
que nos resta que esporlar,
sino
es en el año
J
ntWV' C
meses que mm nos
falt.anal
completo
de l:1s
cinco
del
contrato.
3.
0
que hallcíndosc dichos
ocho rnil
y
rnas
quintales gravados con el enorme derecho de :30 pesos
en
cad~
uno
~·
con los
fuertes
intereses
del
dinero <rntici–
pndo, el derecho del
comercio libre
nos condena
il
una
pérdida de 300 mil pesos que cuando nwnos resul!ttria en
nuestro perjuicio
de la
acumulacion
fh~
una inmensa cim–
tidad de Quinl1s en rl mismo mercado.
¿Y de donde ha podido
el
Gobierno Supremo
1lc
Boli _
,-ja creerse con suficienlc derecho para sacrificarnos de
'~sic
modo
sin olro fundmncnlo que tlscgurm· ((que
ya
lwhiarnos llenado
el
número de 20 mil quintales, únicas
;1
que tcni;unos derecho de cstraer.))
¿Ni
como
lrn podido ercer,
(]llC
sea cual fuere c1 peso
ele l<1s circunstanci;.1s políticas que se
hap
querido hllcer
gravitar
sobre
rwsotros
o que directa o
indircclamPnlt~
hnpn influido en la
puhlicacion
del citado decreto, nos
resignemos a sufrir en silencio una
p(~ rdida
r¡ue decide
¡iara siempre de
nuestra suerte,
la de nuestras
fomili;ts
y
la de otras muchas,
1nui
rcspel;.d>lcs, ligadas <1l n•sultado
de
ese negocio?
Anlcs
que resignarnos a tan horribles
s:tcrificios, no ('Stri:1ñt1rú V., señor :Ministro, que rcclmnc–
mos de él con toda la enerjía que nos dá la conv1ccion de
nneslros derechos
y
a que nos autoriza léFÍncucstiónable
justicia 'lue nos ¿mima. Cuando el scntimi:cnto
es
vivo,
(>I