X
DISCURSO
I
o En su dedicatoria confiesan estos dos sabios Maronitas , que daban
á
luz la version del Salterio, y que tenían adelantada la traduccion de la ma–
yor parte de la Bibli'a , cuyo complemento
y
diligencia quedó reservada,
como se acaba de ver , al estudio de Sergio Risio Arzobispo de Da–
masco.
1 1
L a coleccion de canones de que usaba la iglesia de España se halla
vertida en
el
idioma arabe en un precioso manuscrito de la Real Bibliote–
ca de S. Lorenzo, que algunos distinguieron con
el
titulo de
Codice Sar–
raceno
,
Ú
Oriental.
1 2
E ste precioso tnonumento de nuestra antigüedad eclesiastica seco–
pió y traduxo por el Doctor D. Miguel Casiri Bibliotecario de S. M.
é
individuo de la R eal Academia tje la Historia, de que da noticia el mismo
Casiri en su Biblioteca arabico-hispana tom.
I
codice
161
8 pag.
5
4
r
(6).
1
3 El
catalogo íntegro de los escritores arabes ocuparía muchosvolume–
nes, no pudiendo negarse haber entre ellos autores excelentes que han
da-
(6)
Esta traduccion arabe del cuerpo de ca–
nones de la iglesia de España, segun expresa
el Sr. Casiri hablando de ella en su Biblioreca
codice MDCXVIII desdelapag. 541 tom.1,
y que yo he reconocido en su orÍ$Ínal mem–
branáceo muchas veces
,
fue copiada por el
Presbitero Vicente , que al fin del libro V III
dice la cotejó con otros siete codices.
Al fin del libro V II expresa el Presbite·
ro Vicente haberla acabado de trasladar en la
feria III ó martes dia
r7 de Octubre de la
E ra
1087,
que corresponde al año de Cluisto
1049,
y escrito para uso del nobilísimo Obispo
J uan D aniel.
Q uando el P resbitero Vicente trasladó este
cuerpo de canones de la iglesia de España
se
conoce que ya era muy anterior esra version
arabiga, y recibida con general aceptacion, res•
pecto
á
haberla confrC\ntado con otros siete co–
dices ; infiriendose haberse propagado en las
iglesias existentes en las provincias dominadas
por los moros, y la diligencia puesta en su tras·
Jado.
Esta coleccion es identica con la latina
,
y
solo difiere en el orden de
la
tolocacion porque
la gotica ó latina comprehende los concilios
orientales, los africanos , los galicanos, los es–
pañoles y las
103
Epistolas decretales integra–
mente segun sus actas.
Por el contrario la version arabe contiene
todos estos concilios distribuidos por el orden
de libros y materias.
Este orden consta del
Libn:
Canonum
publicado' por el Cardenal de Aguírre y
Ca~
yctano
Cen~,
y fue
saca.dodel codice goti•
co de la l gl\ia de Lugo transportado
á
Roma
para la correccion del Decreto de Graciano en
el Pontificado de Gregario XIII , de cuyo
codice formí) una descripcion puntual Juan
Vazquez del Marmol. De suerte que entre
la coleccion latina del cuerpo canónico de Es,
paña
,
y
la version arabe no hay diforencia
. sustancial , y solo es accidental en el orden
de la colocacion : esto es la gotica pone las
actas de Jos concilios y Epistolas Decretaks
á la letra, y
la
version arabiga inserta los Ca·
nones y Epistolas Pontificias literalmente por
materias divididas en libros y tirulos segun
el
referido indice Lucense, que tambien se lee
en
los codices goticos del Escorial
,
Tole–
do
,
Urge! , Gerona y otras iglesias.
Sin embargo de mier la coleccion arabe
distribuidas, como va dicho, las materias no
omite las subscripciones de los concilios ni las
datas; conservando por este,medio toda la inre–
gridad de aquellos preciosos monumentos de
nuestra primitiva disciplina eclesiastíca.
Debe creerse que el traductor de esta co–
leccion tuvo presente 2lgun exempJar latino
de la coleccion española distribuida en aquella
forma , que ahora no se encuentra
,
y tal vez
.Ja diligencia de nuestros venideros Ja podrá
descubrir entre los muchos manuscritos que
todavía yacen olvidados en las Bibliotecas de
E uropa.
Es verdad que su falta es facil de repa–
rar con solo copiar á la letra los decretos cano–
nicos segun el
L íber Cononum
que servja de
guia ó indice de la coleccion española
,
y es–
taba por lo mismo al
~rincipio
de ella , el qua!
tengo
á
la vista,
y
forma una parte de mi co·
leccion manuscrita 'de nuestro cuerpo de ' ca–
nones.
Ni en este indice
,
ni en
el
contexto de las
epístolas decretales recibidas , se encuentra al–
guna de las apócrifas; demostrandose por esta
via la injusticia con que se han atribuido las
epístolas supositicias
á
los españoles: atribu–
cion vol untaria ,
y
que trae su origen de la
jgnorancia de nuestra lcccion canoni¡:a.