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man y se lo pasan allí ocultos ocho días, estando cinco de ellos

sin probar absolutamente un bocado, pues un vecino que los

protegió en los tres primeros dias es tomado para el servicio

por la gente del gobierno. El último dia, no pudiendo ya re–

sistir mas, Sienra se comisíona para ir hasta una casa de nego–

cio distante de allí dos leguas, propiedad de D. Jaime Gonzalez;

así lo hace

y

felizmente lo socorren con carne, dulces y otr as

fruslerias y le regalan un caballo para que no regrese á pié,

diciéndol e que había indulto para todos y ofrecíéndose á ll evar

al herido en un carruaje y á los demás en caballos hasta el Salto.

Aceptado el ofr ecimiento, vinieron al día siguiente y los con–

duj eron á la casa del Sr. D. Cárlos Zuasnabal, donde se en–

contraban Aguirre, el Comandante Mena y el Dr. Forteza,

el que le P-xtrajo en el acto la bala al Coronel Amilivia. De

lo de Zuasnabal y acompañados por él, fueron al Salto donde

se presentaron al Jefe Político, embarcándose al dia siguiente

con otros prisioneros en la Tactique, llegando á los tres dias

á Montevideo.

Ya en el puerto de esta ciudad, se apersonó á ellos el

Gen eral Santos

y

pregunta por Amilivia y por Mena; habien–

do contestado estos, se r etira, llamándolos al rato junto con

los hijos del primero y s us dos ayudantes. Embarcados en el

mismo vaporcito de antos mandó este con toda galanteria

poner dos sillas á popa é hizo sentar en una á Mena y en

la otra á Amilivia. En viaje ya, dicele Santos al último con

tono afable: - Viejo, porqué no se está Vd. quieto en su

casa y deja tranquilos á sus hijos.-General, le contestó Ami–

livia; porque todavía no han aprendido á pelear para defen –

der á su patria: por eso no estoy en mi casa y ellos me

acompa1'ian. Una vez en tierra, antos le notificó que es–

taban en completa libertad y que allí habia coches á su

disposicion para ir donde les pareciera. Amilivia hizo traer

unas parihuelas y en ellas lo condujeron

á

la casa de D. Be–

nito Lombardini, donde fµé así ·tido con todo esmero y visi–

tado diariamente por s u numerosos amigo .

* * *

El Coron el D. Gerónimo Amilivia, además de s u valor

y

pericia militar, ti ene otras condiciones que lo hacen altamente

digno á la consideracion general.

Como hombre, es un modelo de honradez, y un padre y espo–

so cariñoso; y como militar, jamá ha desenvainado su espada