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le probase absolutamente nada, ni se le sometiese

á

mngun

juez. D. Lorenzo era peor que el Czar de Rusia para tratar á

sus adversarios.

A los 15 dias de haber sido puesto en libertad, decidió

reunirse á sus amigos y al efecto salió de Montevideo acom–

pañado de Lisandro Gonzalez, siendo perseguidos

en el

Pantanoso por la gente de Polidoro Fernandez, de cuyas

gar–

ras

lograron escapar milagrosamente, incorporándose al dia

siguiente en el departamento de San José á las fuerzas revo–

lucionarias que mandaba el General Emeterio Pereyra. A

los

pocos dias se le reunen sus tres valientes hijos, encontrándo–

se durante la revolucion, como lo demostramos en el trans–

curso de estas crónicas, en

los siguientes combates: toma

de Mercedes, batallas de Severino y Corralito, combate de

Soriano, sitio de Montevideo-donde recibió una herida de

bala-batallas del Sauce y de Manantiales y en la toma de Ar–

tigas; continuando en el ejército hasta el Pacto de Abril. En

todos estos encuentros el Coronel Amilivia demostró de una ma–

nera indiscutible, su valor y pericia militar, mereciendo honrorí–

simas distinciones de todos sus superiores. El Comandante

Amilivia fué nombrado sucesivamente Coronel graduado y

efectivo en esta revolucion, mandando en jefe el batallan 33, y

una de las dos brigadas en que se dividia la infanteria.

El Quebracho, en la última revolucion oriental, es tambien

el último hecho de armas del Coronel Amilivia.

Dispuesto

á

defender las instituciones de nuestra patria,

prestándose desinteresadamente y con abnegacion siempre

que se ha puesto á prueba su patriotismo, no

hesitó un

momento en concurrir al llamado de los buenos, saliendo des–

de la Villa de Trinidad, donde residia y reside actualmente,

hasta Buenos Aires, que era el punto de reunion de los patrio–

tas; poniéndose á las órdenes del General Arredondo en se–

guida que arribó á las playas argentinas.

Llegado el momento solemne, se le ordena estuviese pronto

para rp.archar con los grupos ele los Dres . Gil, de los seño–

res Udabe y el del Comandante Fariña; emprendiendo la mar–

q.ha

inmediatamente sin el último grupo, que despues se le

incorporó en la provincia de Entre-Rios, llevando en su reem–

plazo el escuadron de caballeria que mandaba el Comandante

Bellido, acompañado tambien de sus tres hijos, que no los

abandona jamas, ni ellos lo abandonan á él.