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cionado y emboscándose en la mi ma boca del Arazati, próximo

á donde estaba anclado el buque pirata.

Como á las 10 de la noche observaron que levantaba el ancla

la goleta

y

que desprendiendo dos botes con gente hácia la cos–

ta empezaba á bordejear guardando siempre una distancia ne–

cesaria para protejer á los que enviaba á tierra. En la costa

había colocado Amilivia varios centinelas de caballería para

que le avisasen inmediatamente que la gente de la goleta

bajara á tierra á fin de cortarles la retirada con la infantería.

Pero la operacion fracasó por una imprudencia: uno de los

centin elas que todavía vive, llamado Gabriel Velazquez, dis–

para un tiro s'Obr e los botes que venían ya por atracar á una

ensenada; retroceden éstos, como era natural al verse or–

prendidos

y

se aproximan á la goleta que había izado una luz

colorada en señal de retirada. Amilivia, fastidiado por este

contratiempo, viene sobre la costa con 20 infantes

y

se toma

en tiroteo con los de los botes, haciéndole algunos disparos de

cañon la goleta; pero se le escapa la presa sin resultado alguno.

Este es el hecho, tal cual pasó. Como se vé, en sí, no tiene

mas importancia material que haber evitado el robo de los

cueros. Pero lo que no deja de tener su interés histórico es

la circunstancia de ser quien era el jefe de la- referida goleta.

Asómbrense ustedes! Era nada menos que el héroe de ambos

mundos; tan cantado

y

decantado, General D. José Garibaldi!

La imprudencia de Velazquez lo salvó esa noche, que, segun

se presumió venia para robar los 20.000 cueros del Sr: Larravi–

de. Vive aún tambien uno de los 20 infantes que tirotearon á

Garibaldi: se llama Miguel Larriera y r eside en la ciudad de

S an José.

Desde que terminó la guerra grande hasta la revolucion del

Presidente Giró, Amili vía estaba trabajando en an José, sien–

do llamado nuevamente al servicio un dia que hubo la necesi–

dad urgente de tomará unos infantes del batallon Solsona, que

se habían posesionado de la casa que sirvió de depósito de pól–

vora para el ejército de D. Manuel Oribe. Amilivia con su her–

mano organizan en el acto 40 infantes

y

arreglan un cañon que

estaba inutilizado; hecho esto le ponen sitio á la casa y les

intiman rendicion á los que estaban dentro, con la condicion

de perdonarles la vida, dándoles pasaporte á los oficiales para ir

á

Montevideo

y

quedarse la tropa prisionera de guerra. La