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Era el sueño dorado del jefe de este batallen derrotar

á la partida de Fernandez, que tan nombrada se babia he_

cho por las proezas que hacia donde quiera que iba. Llega–

do el momento deseado de tentar fortuna, preséntale bata-.

Ha

en el punto

indicado con 400 hombres, no

teniendo

aquel mas que 170; pelean bizarramente por ambas partes,

se acometen, retroceden , ganan 6 pierden terreno, hasta que

al fin, el jefe del Africa, creyendo segura la victoria, les lleva

una carga impetuosa, que nadie, á no ser aquellos valientes

hijos de las montañas cantábricas, podria resistir; pero los vas–

cos, no solo la resisten, sino que recordando el árbol de Guér–

nica y Roncesvalles,

arrellúa,

dicen, y entonando la Dolzaine

y dando alaridos eúskaros, se arrojan fieros contra el batallen

enemigo y lo derrotan completamente, dejando el campo cu–

bierto de cadáveres.

En el año 1836 se encuentra Amilivia en varios hechos de

armas, siendo el principal el asalto de Quetaria, donde es

ascendido á Teniente, pasando luego á servir al 4° batallen de

Guipuzcoa, que mandaba siempre el Coronel !turbe, pero que

en esta ocasion, aunque muchacho todavia, lo recibe al servicio

con grandes demostraciones de cariño.

En 1837 toma parte en el nuevo ataque que les traen las

fuerzas de San Sebastian los dias 10, 11, 12, 13, 14 y 15 de Mar–

zo, perdiendo otra vez los carlistas sus posiciones; pero la

pérdida es momentánea, pues al dia siguiente, reforzados por

el ejército del infante D. Sebastian, que babia venido en su

proteccion, las recuperan, concluyendo por derrotar comple–

tamente al enemigo. En estos ataques recibió Amilivia su bau–

tismo de sangre: es herido por una bala, que penetrándole

por la mejilla izquierda le sale por el pescuezo.

En el mismo año, despues de curado de su herida, se halla

en el asalto de Segovia, donde fué ascendido á Capitan efec–

tivo y pasó á prestar sus se rvicios al 7° batallen, que mandaba

el Comandante Altamira; hállas e en el combate y persecucion

que le hicieron al General Espartero hasta las puertas de Pam–

plona, siendo los carlistas 4000 hombres y 15,000 el enemigo;

en Rosas, donde pelean h eroicament e; en Sembrano, á orillas

del Ebro, donde con 6500 hombres, al mando del General Saria–

teguy

J

Elio, despejan el paso de este rio contra 7000 portu–

gueses y 4000 españoles; en el pasaje del Duero contra el

General Orao,-y en la batalla dada á orillas del mismo Duero