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Escuso rPcomendar á V. E. los soldados que me ayudaron, porque V. E.
sabrá valorar sus méritos, pues nos vimos
forzados á batirnos de sable en
mano.
• El enemigo cuenta algunos heridos, y un muerto.
>Yo he sido herido de un sablazo en la cara, y un
lanzazo en el brazo,
pero no son de cuidado las heridas ; nadie más fué herido.
»
Aparicio no tiene mas de 60 hombres, y se dice que Benitez viene con él,
por lo que se puede suponer que todo el ejército illvasor consta de ese insigni –
ficante número.
»
A cinco leguas de
aquí está acampada una
fuerza revolucionaria de 40
hombres, y otra fuerza del mis¡no número, mas 6 menos, ha toma:lo otro
rumbo.
• Con motivo de mis heridas, no puedo montar
á
caballo, pero mando ma–
ñana al Comalldante 1.'Iilan, y aseguro
á
V. E . que si Aparicio se deja alcan–
zar, será escarmentado.
»
Lo tendré al corriente de lo que ocurra y en el intertanto, quedo de V . .E.
atento amigo y S. S.
Q.
B. .
s.
M.
Doroteo Enciso.»
Debemos hacer dos advertencias antes de pasar mas adelan·
te. La primera, que si solo trascribimos los partes gubernistas,
es porque no los hay de la revolucion, cuyos jefes cometieron
el gran descuido de no haberlos pasado ni aún cuando se formó
un ejército regular. Si bien en el primer momento tuvimos la
idea de omitir la trascripcion de aquellos, para poner en igual–
dad de circunstancias á ambos combatientes y por la exagera–
cion de los hechos que se notan á cada paso, así como por el
violento lenguaje que á veces se usa en ellos, despues reflexio–
namos que el mejor modo de probar nuestra imparcialidad era
darlos á luz, logrando tambien con esta medida documentar de
alguna manera nuestro relato. Por lo demás, la mejor refuta–
cion de los documentos oficiales, es la crónica desapasionada y
rigorosamente exacta que hacemos de los acontecimientos á
que se r efier en.
La segunda advertencia que hacemos, para que no se crea
que incurrimos en error, es que citamos los grados de los jefes
revolucionarios con el
que
tienen hoy ó que
conquista–
ron durante la guerra, pues de no hacerlo así, seria fastidioso
e tar citando á cada momento á un mismo jefe, primero con un
grado
y
luego con otro, segun fueron adquiriendo sus ascensos.
De la Florida siguieron los revolucionarios á marchas forza–
das para el departamento de Cerro Largo, de donde habían