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montes ó en las cerranias, sin comer y ensillando potros ó lo

que encontraban á mano pues no se aproximaban á las estan–

cias y en las marchas de noche tenian que tomar en el campo lo

primero que se les presentaba para no quedarse á pié; y asi

llegaron á los cuatro ó cinco dias á Cuñapirú, departamento

de Tacuarembó, á la estancia ó mina , ó ambas cosas á la vez

del general D. Gregorio Suarez, á quien prendieron en su

casa, despues del susto consiguiente, pues creyó en con–

ciencia que lo asesinarian por sus antecedentes sanguinarios

que le habian dado una siniestra nombradia.

Pero los revolucionarios se habian propuesto no matará sus

enemigos sinó en los combates y con las armas en la mano; por

consiguiente, no solo no le hicieron nada, sinó que lo dejaron

absolutamente libre; exigiéndole únicamente que no tomara

participacion en la contienda que se iniciaba, á lo cual se com–

prometió aquel bajo juramento y su palabra de militar.

Muchos creen que los revolucionarios hicieron mal en dejar

con vida al General Suarez; que debieron, dicen, haberle for–

mado un consejo de guerra y fusilarlo por los asesinatos que

habia cometido en la célebre Cruzada Libertadora del año 63 y

particularmente en la toma de Paysandú; habiéndose evitado

así, agregan, los nuevos crímenes que consumó en la batalla del

Sauce, etc. Pero nosotros creemos que procedieron bien como

procedieron; pues á mas de profesar ideas contrarias á la pena

de muerte, sobre todo en cuestiones políticas, consideramos que

en este caso no tenian tal derecho los revolucionarios, desde

que el General

Suare~

no se hallaba en armas, estaba tranqui–

lo en su casa, encontrándose por consiguiente en las condicio–

nes de cualquier otro ciudadano.

Por otra parte, con esa conducta generosa, que la usaron en

toda partes los revolucionarios del 70, daban el mas solemne

mentís al partido enemigo, que tanto ha calumniado al Partido

Nacional, calificándolo de cruel y sanguinario, rehusando sin

embargo, toda polémica siempre que se le ha invitado á discutir

razonadamente la verdad de los hechos que se enrostran á los

nacionalistas.

Otra de las condiciones que distinguió sobremanera

á

los re-

olucionarios, fué el respeto casi sagrado que tuvieron siempre

por la propiedad;

á

tal punto, que por el mas insignificante

robo se fusilaba á su autor. Los mismos caballos y vacas que

tomaban para su uso, declarados entonces en la República