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Oriental como artículo de guerra, los pedían á sus dueños mu–

niéndoles del recibo correspondiente, cuando no les pagaban al

contado su importe.

En cambio, que proceder tan distinto el observado por las

huestes del gobierno! asesinaban vilmente á sus adversarios ó

los vejaban

y

los encerraban en inmundas prisiones

y

saqueaban

sus propiedades. Ahí están como t estimonio de esta afirmacion,

esa série de crímenes cometidos en aquellas épocas nefastas en

todo el territorio de la República, las prisiones

y

ultrages que

sufrieron los Generales Lúcas Moreno

y

Andrés Gomez, los Co–

roneles Amilivia, Pizard

y

Burgueño, los Comandantes Fuentes,

Gastan, Linares

y

Llupez

y

los ciudadanos Vazquez Sagastume,

Curbelo,

J

oanicó, Carabia, Lerena, Acha, Mendez, Britos, Machó

y

tantos otros;

y,

por último, las escandalosas fortunas realizadas

en pocos meses por los Generales Suarez

y

Borges con las .

cuereadas

de las haciendas de los revolucionarios.

Para probar lo que decimos

y

por la oportunidad del caso,

aunque nos adelantemos á los sucesos, insertamos la siguiente

carta que el General Aparicio le dirigió desde Toledo, dos me–

ses despues de la invasion, al General D. Lorenzo Batlle:

»

Sr. General D. L orenzo Batlle.

»

Uno de los mas firmes propósitos que me animaron desde el momento en que

pisé el suelo de mi país, propósito que está en consonancia con las reit eradas

recomendaciones de mis amigos de causa, fué la de no caracterizar la guerra

que se iniciaba, como guerra de devi.stacion y esterminio. H emos creído, los

que nos hemos visto forzados á abrimos con las armas las puertas de la pa·

tria, que para la reconquista de nuestros derechos no nos era forzo50 recurrir

á una guerra salvaje. E sta creencia, á la par de los sentimientos de fraternidad

que nos animan hácia todos nuestros compatriotas, cualquiera que sea la par–

cialidad poHtica á que pertenezcan, porque en todos ellos vemos á víctimas

del desgobierno cuyo centro es V. E ., ha hecho que en los meses que llevo

de campana, mis armas no se hayan manchado con otra sangre que aquella

derramada forzosamente en combate leal. No ha sucedido ni está sucediendo

lo mismo de parte ele V. E .

y

los suyos.

A la ninguna persecucion, al favor en muchos casos con que he tratado

¡\

los parciales de V . E ., y

á

los que por decoro no lo son, pero que he po–

dido con iderar como adversarios politices de la bandera que enarbolo; á ese

favor ha corre pendido . E. con persecudones de todo género, con encarce·

!amiento indefinido , con cobardes netos de rigor en ciudadano dignísimos–

nadn mas que porque

. E. bien comprende que no pueden aplaudir las

iumoralidndes de su ndministracion, funesta para todos, como ya he dicho.

»

A la proteccion por mis fuerzas di pensada

á

la propiedad de todo , por