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correligionarios, y lo que es

al

principio un insignificante grupo,

conviértese muy pronto en fuerte y respetable ejército.

Los generales Angel Muniz, Anacleto Medina, Lesmes Bas–

tarrica, Lúcas Moreno, los coroneles Julio Arrúe, Ignacio Mena,

Jos é María Pampillon, Gabriel Palomeque, Juan P . Salvañach,

Gerónimo Amilivia, Juan M. Puente, Belisario Estomba, etc.,

etc.; abogados y ciudadanos distinguidos, la juventud de l\fon–

tevideo y los departamentos, todos los miembros del Partido

acional, en una palabra, iban unos en pos de otros concurrien–

do al llamado del patriotismo, aumentando y engrosando cada

dia mas el ejército de la revolucion.

Los comités políticos que se habían formado, no descansaban

por su lado y hacían toda clase de esfuerzos para suministrar

recursos y pertrechos de guerra á sus correligionarios en armas,

cooperando involuntariamente á los propósitos nacionalistas el

mismo gobierno enemigo, que sin rumbo y atolondrado, redo–

blaba las persecuciones contra los amigos de los invasores sin

conseguir con ello otro r esultado, que el de hacer ingresar nue–

vos adictos á las huestes comandadas por el General Aparicio.

Puede decirse con propiedad de aquel movimiento, que llegó

á asumir grandiosas proporciones, que no quedó un solo hombre

en estado de cargar armas sin tomar participacion en él.

Solo así se comprende como, el que fué insignificante grupo

de mal armados invasores, llegó en

un

momento dado á ocupar

toda la campaña de la República y

á

poner sitio

á

Montevideo;

último refugio de las derrotadas armas del gobierno.

Segun fué tomando cuerpo la revolucion, se sucedían los en–

cuentros de armas, convirtiéndose éstos d\i sorpresas, guerri–

llas y escaramuzas, en combates y batallas campales.

¡Cuántos hechos heróicos y cuántos actos caballerescos pre–

senciaron esos combates !

Ha quedado y se conserva todavía el recuerdo de aquellas

famosas

cargas rápidas,

en que las caballerías r evolucionarias

con estraordinario ímpetu arrollaron todas las fuerzas enemigas

que se pusieron

á

su frente . Y la escasa infantería revolucio–

naria; qué esfuerzos de valor, qué hazañas no tuvo que hacer

repetidas veces, para sostener el choque de las infanterías con–

trarias muy superiores en número y en disciplina, pero no en el

entusiasmo y en el patriotismo que daba fuerza y vigor á l'Os

soldados de la revolucion!

Grato nos es consignar aquí un hecho que por primera vez