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-

XVI -

i hizo bien

ó

hizo mal en ello el General Aparicio, es cosa

que no nos incumbe á nosotros averiguar; fué quizá la conse–

cuencia lógica á que lo arrastró el haber aceptado como lega–

les las elecciones practicadas en 1872, en las cuales, dígase lo

que se quiera en contrario, no votó libremente el Partido Na–

cional en toda la República, como debió habe r sucedido si se

hubiesen observado con fidelidad las estipulaciones del pacto

de Abril.

No hay uno solo de nues tros hombres políticos cuya vida

e té exenta de faltas ó de errores; así, bien pueden disculparse

al viejo caudillo las que pudo comet er, que no ha d e encon–

trarse con facilidad aquel que limpio de toda culpa pueda

arrojará su memoria la primera piedra, pues si Aparicio tuvo gran–

des defectos y cometió grandes errores, tuvo tambien nobles virtu–

des cívicas á que rindió constante culto en s u azarosa existencia.

Como un homenage al patriotismo del d enodado campeon

nacionali ta, r eproducimos aquí el bellísimo artículo necrológi–

co que publicó en Montevideo

La Democracia

el dia

9

de

etiembre de 1882, en que falleció el General Aparicio, cuyo

artículo á mas d e corroborar en muchos punt os lo que hemos

dicho y diremos en el cuer po de esta obra, hace á la vez plena y

merecida justicia á la memoria del caudillo revolucionario

de 1870.

«

EL

GENERAL DON TIMOTEO APARICIO

»

Ha te rminado sus días, este combatiente activo é infati–

gable, que apenas conoció otra existencia que la de

)os

cam–

pamentos; que parecía habe r buscado la muerte en las batallas,

y ante quien la mu erte habia huido siempre, como si esperara

ese último é inevitable desenlace, esa última lucha de la vida,

con la ley infl exible

á

que obedece. Era como Aquiles, batalla–

dor é invulnerable; más invulnerable que él, pues nunca logró

herirle la flecha certera de sus adversarios.

:<>

Al verl e conciliar tranquilamente el s ueño d e la muerte,

de l ue de haber atrave ado durante c uare nta años por entr e

l humo

y

el fuego de nu e tras g uerras nacional es y civiles, el

primero en el peligro , a rmado de la fu erte lanza que esgrimía

con terrible poder,

entimos la nece idad de darnos cuenta d e

u

ida y de u cualidade culminantes.

" Era el general D. Timot eo Aparicio uno de esos raros cau–

dillo

populare

que tienen el poder de atraer y r eunir en tor-