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solo en los medios? ¿Debió mas bien constituirse á pesar de
todo en paladín del principio de autoridad, y alzarse contra el
movimiento militar triunfante? Problema difícil de resolver,
fuera del teatro y del momento de los sucesos.
' Se equivocan los políticos que han pasado su vida medi–
tando en los libros de la ciencia y en el destino de los pueblos–
¿y no ha de equivocarse el hombre modesto, desnudo de ins–
truccion, formado en medio de nuestros infortunios Sociales,
sin otros libros que la naturaleza, sin otra escuela que el cam–
pamento, sin otra actividad que la de las crueles luchas en que
se vienen jugando desde hace cincuenta años los destinos de
nuestra nacionalidad?
»
Ya que pasamos por alto, los errores de los hombres edu–
cados en la austeridad de los principios políticos, dejemos á
un lado las transacciones del caudillo, en quien tiene que ejercer
toda su influencia el medio deficiente é imperfecto que lo rodea.
Sobre sus despojos, tibios todavía, deben hacerse resaltar las
calidades meritorias que esplicaron su influencia y su valimiento
en la tierra, abandonando á la historia el juicio definitivo sobre
hechos que, cualquiera que sea ese juicio, no harán olvidar sus
méritos y sus servicios á la causa del pueblo.
»
El General Aparicio tiene derecho al reposo que pide á
la tierra de su nacimiento. Su brazo ha estado siempre pronto
á
defenderla. Soldado de una idea política, su fuerza estuvo al
servicio de esa idea, la mayor parte de su vida activa
y
ajitada.
Proscripto, jamás alimentó odios insanos; vencedor, nunca fué
el verdugo de sus compatriotas. Héroe anónimo, ó director
ostensible de la guerra, jamás aspiró al poder, ni reclamó ho–
nores para sí, contentándose con la paz
y
con la felicidad
comun.
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En el delirio , de su última hora, llamaba á sus antiguos
compañeros de armas y les comunicaba órdenes, sin duda por
que cr eía que algo le quedaba que hacer en su patria, antes·
de entregarse al último sueño; ó como si le atormentase la idea
de no haber hecho lo bastante por su gloria. Así se revelaba
la pasion dominante de su ser, uniéndose las primeras impre–
siones,
á
los últimos sueños de su vida, en virtud de una ley
fisiológica.
»
La personalidad de los caudillos crece ó se empequeñece
muchas veces segun la extension del teatro en que se agitan, ó
el espacio que de ellos nos separa. uestro teatro es pequeño;