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IX
III
El General Aparicio, entónces Coronel, emigrado como otros
jefes del Partido Nacional en la provincia de Entre Rios, inquie–
to por temperamento é indignado ante las desgracias de su
patria y de sus correligionarios, anhelaba solo un momento pro–
picio para invadir el país, aun cuando fuese con escaso núme–
ro de amigos y sin los recursos necesarios para la empresa que
trataba de acometer.
En su impaciencia patriótica, no oyendo mas voz que la
del deber y la de uno que otro emigrado que lo incitaban á la
invasion y aconsejado por su estraordinario valor, consigue al
fin; pero de qué . manera! realizar su pensamiento dominante:
solo un arrojo temerario y el heroismo del patriota, pueden es–
plicar la Odisea del General Aparicio y sus bravos compañeros,
.en las condiciones en que la verificaron.
Antes de invadir, juran solemnemente como los patricios del
Arenal Grande, triunfar ó perecer en la demanda, y al pisar el
suelo de la patria, se abrazan trasportados de júbilo y besan la
tierra querida de que han estado ausentes varios años y que
simboliza el hogar destruido, la familia abandonada, todas las
mas caras afecciones del hombre y del ciudadano.
Se internan despt!'es en el país, arrostrando peligros y vicisi–
tudes sin cuento, caminando noche y dia sin parar en ninguna
parte, sin comer y sin dormir, constantemente perseguidos,
soportando el frio y el calor, combatiendo uno contra diez con
armas desiguales, cruzando bosques y sierras casi inaccesibles,
vadeando por cualquier parte y á toda hora, rios y arroyos cre–
cidos; asi, como una aparicion fugitiva, cruzan al Norte y del
Norte al Sud, y al Poniente, y al Occidente y van poco á poco
aumentando en número, y desplegando triunfante en todos los
los ámbitos de la República, la bandera nacional, cuya gloria
sostienen con sus robustos brazos.
Otros patriotas, entusiasmados con las proezas del grupo re–
volucionario, invaden tambien el país, ó se pronuncian á su fa–
vor en el interior, impacientes por compartir la suerte de sus