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tuviera luchando sin cesar por espacio de dos años, perseguido
de todas partes, resistiendo el hambre y la desnudez
y
que apesar
de los reveses que sufre mas tarde, sigue y sigue la lucha sin des–
mayar, con mas encarnizamiento, dispuesto siempre
á
soportar
con valor y resignacion estóica los nuevos sacrificios exigidos
por la defensa de la causa que sostenian.
Y menos se juzgarán exageradas nuestras apreciaciones, si
se considera que
los revoliicionarios del 70, no obstante haber sa–
crificado miichos de ellos sufortwna
y
bienestar, teniendo otros
si¿sfamilias desamparadas
y
en la indigencia, prefieren perderlo
todo, siicumbir
ó
espatriarse de nuevo antes que obtener por me–
dios reprobados el Poder ámplio que se les ofrecia por quien lo
podia cumplir, proposicion que otrora habia aceptado sin vaci–
lar el partido contrario.
Una comunidad política cuyos miembros prefieren el ostracis–
mo á los alhagos del mando obtenido con el concurso estrange–
ro, son cuando menos acreedores siempre al respeto
y
á
la con–
si<leracion de amigos y de adversarios.
Lanzarse
á
una lucha cruenta para conquistar el derecho de vi–
. vir tranquilos en el suelo natal, jugar en una aventura de éxito
mas que dudoso las vidas y las fortunas y rechazar luego pro–
puestas que les aseguraban el triunfo, era dar alto ejemplo de
_patriotismo, cuyo título nadie puede disputar á los revoluciona–
rios de 1870, que, rehusando el concurso estraño para obtener el
logro de sus aspiraciones, probaban de esa manera que el amor
á la patria primaba en ellos sobre toda otra consideracion.
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El P artido acional separado violentamente de la admini tra–
cion desde el año 1865, se encontraba en la situacio n mas dura y
mas intolerable.
El general D. Venancio Flores, caudillo del Partido Colorado,
que invadió el pais durante la administracion de D. Bernardo
Berro, había llegado al poder gracias
á
su alianza con el Imperio
del Brasil, el cual le facilitó sus ejércitos para derrocar el gobier–
no de Montevideo legalmente constituido.