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REVOLUCIÓN DE INGLATERRA.

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un Gobierno que por largo tiempo habían odiado en

secreto, se mostraran impacientes por demol er y fue–

ran incapaces de construir; que e dejaran

fa

cinar

por cualquier novedad especiosa; que proscribieran

todos los títulos, ce remonias y frases que recordaban

el antiguo régimen

y

que, apartándose con disgusto

de sus precedentes y tradiciones nacional es, haya11

buscado principios de gobierno, en los e critos de his

teóricos, ó imitado ridículamente, con igno rante afec–

tación, á los patriotas de Aten as y de Roma. Tampoco

debe admirarnos que la acción violenta del espíritu

revolucionario fuera seguiua de una reacción ig ual–

mente violenta, y que la confusión haya engendrado

en seguida despotismo aün más terrible que el que le

había dado origen.

Si nos hubiéramos hallado en la misma situación;

si Strafford hubiera realizado su plan favorito de derri–

barlo todo; si hubiera formado un ejército tan nume–

roso

y

bien disciplinado como el que formó Crom.well

algunos apos después; si una serie de decisiones judi–

ciales semejantes

á

la pronunciada por el Tribunal del

Tesoro en la cuestión del impuesto marítimo, hubie–

ran tra mitido á la Corona el derecho de fijar los im–

puestos; si la Cámara estrellada

y

la Comisión ecle–

siástica hubieran continuado imponiendo multas,

mutilando y encarcelando á todo el que se atreviese á

levantar la voz contra el Gobierno; si la prensa hubiera

estado aquí tan esclavizada como en Viena ó en Ná–

poles, si nuestros Reyes se hubieran ido incautando

gradualme nte de todo el poder leg·islativo; si hubieran

pasado seis generaciones de Ing leses sin que se con–

vocam un sólo

P~rlam.ento;

y al fin nos huuiéramos

levantado eu un instante de fiera irritación contra

nuestros amos, ¡cµán terrible no hubiera ido la ex–

plosión! ¡Con qué estallido , que se oiría y sentiría en

TOMO IV.

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