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LORD MACAULAY.
dificil lleg·ar á Chester. ¿,No era locura, en semejante
crisis, dejar el trono vacante,
y
cuando peligraba Ja
existencia de los Parlamentos perder tiempo en dis–
cutir si la ·duración de la legislatura había de fijarse
por el Soberano ó por las Cámaras? Por otra parte,
preguntábase si la Convención creía haber llenado su
misión sólo por haber destronado un Príncipe
y
haber
elevado otro al solio.
S~guramente
ahora ó nunca era
ocasi6n de asegurar la.libertad pública, de tal manera
que se pudieran evitar eficazmente lvs abusos de la
prerrogativa
(1).
Eran, indudablemente, de g ran peso
las razones alegadas por una
y
otra parte. Los hábiles
caudillos del pa,rtido whig, entre loa cuales Somers
ganaba cada vez más ascendiente, propusic1·on la
adopción de un término medio. La Cámara, decían,
tenía que resolver dos cuestiones que debían tratarse
por separarlo. Era una de ellas asegurar la antig·ua
po!itica del Reino contra los ataques ileg·alcs; la otra
consistía en mejorar, por medio de reformas legales,
aquella política. Podía alcanzarse el primer objeto
recordando, en la resolución que llamaba al trono al
nuevo Soberano, el derecho de la nación ing·lesa á
sus·
an~iguas
franquicias, de manera qne el Rey pu–
diese ceñir la córona y el pueblo disfrutar sus privi–
legios por virtud de un solo y mismo derecho. Re–
quería el segundo obj eto todo un volumen de labo ·
riosos estatutos. Podría alcanzarse el primero en un
día; el último, apenas en cinco años podia verse
realizado. Respecto al primer objeto, todos los parti–
dos estaban
conforme~;
en cuanto al último, eran in–
uumerables las diferencias de opinión. Ningún miem–
bro, de cualquiera de las dos Cámaras, vaci!aría un
momento en votar que el Rey no podía establecer
(1) Grey,
Debates;
Burnet,
1,
82'2 .