REVOLUCIÓN DE INGLA'l'ERRA.
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sería en extremo incompleta. Y, en efecto, no bien
se hubo leído el informe, uno tras otro se levantaron
todos los Diputados
á
indicar alguna adición. Pr0pú–
sose, y fué aprobado, que
e prohibie e la venta de
empleos, que se- diera más fuerza
á
la ley del
Habeas
Co1'jJ11s
y que se revisara la ley de
Afandamus.
TJn Ca–
ballero habló de los recaudadores del impuesto sobre
las chimeneas, y otro <le Jos siseros, y la Cámara re–
solvió poner coto
á
los abusos de unos y otros. Es cir ·
cunstancia muy digna de atención que mientras de
este modo e revisaba todo el sistema politico, mili–
tar, judicial y
fi
cal del Reino , ni un solo represen–
tante del pueblo propuso la derogac!ón del Estatuto
que sujetaba Ja prensa
á
la censura. Todavía no se
comprendla, ni aun por los hombres más ilustrados,
que la libertad de discusión es la priLcipal salvaguar–
dia de todas las demás
l~bertadcs
(1).
XLIX.
DISPUTAS Y TRANSACCJÓN .
Reinaba en la
ámara gran perplejidad. Decían
con vehemencia algunos oradores que ya se había
perdido demasiado tiempo, y que sin dilatarlo
ni
un
solo día era preciso establecer el gobierno. La nación
estaba intranquila; lang·uidecía el comercio; la colo–
nia inglesa de irlanda estaba en peligro de perecer;
era inminente una guerra extranjera; el Rey desterra–
do podia, en pocas semanas, estar en Dublin
á
la ca–
beza de un ejército francés, y desde Dublin no le sería
(l)
Diario rte la Cámara
ae
los Comwne
,
Ceb. 2. 1688-BH.